lunes, 23 de agosto de 2021

Una luz

 Una ducha, un té caliente, un cigarrillo. Todos elementos disruptivos de lo cotidiano. Algo así como una fórmula secreta. Al igual que un pensamiento destructivo puede condicionar todo tu día, tus semanas, tus años... La misma capacidad contiene un pensamiento positivo. Donde se pone el ojo se pone la bala. Donde emplazas tu mente, tu mente construye. Vivimos inmersos en un caos estatal, institucional, sanitario, mundial. El 'kaos' es la ley sin ley que rige no sólo nuestras vidas, sino que todo el universo. La incertidumbre de lo azaroso nos apuñala en el abdomen, derramando todos nuestros ordenados cálculos sobre el río que fluye, llevándoselos con la corriente hasta un remolino para luego precipitarse por una catarata. Saber transitar los rápidos. De eso se trata.

El kaos no es algo lindo ni feo. El kaos es lo que es. Se manifiesta mejor cuando menos te lo esperas. Digamos que un día te falta ese cigarrillo, ese té, esa ducha caliente. ¿Se te han ido las ganas de filosofar, no? Digamos que un día estalla una pandemia y se decreta la cuarentena estricta en todo el mundo. Ahora no puedes salir de tu casa. ¿Te suena familiar?

La pregunta que inmediatamente surge sería ¿Y ahora qué hacemos?

Bueno, es lo que todo el mundo trata de dilucidar. Por lo que no te sientas culpable si no encuentras un camino inmediatamente. El hecho de que todos estemos algo desorientados es para mi un gran consuelo. Cada uno entonces debería buscar algo que lo consuele en medio de tanto caos. Como una luz en la oscuridad, o una pincelada de color en un entorno gris. Algo que nos manifieste vida y nos transmita esperanza. Algo similar a lo que me produce la sonrisa de mi hijo.

Así es. Mi hijo es mi motor, mi familia, mi hogar. Algo que trasciende toda ley, puesto que mi sangre seguirá corriendo por sus venas a pesar de las corrientes y las cataratas.

Más allá de los motivos que podamos tener, que nos impulsen hacia delante, también entran en juego nuestras propias capacidades. Uno no nace sabiendo cosas, las va adquiriendo en el camino. Por lo que procura estar aprendiendo algo nuevo a cada paso que des. Nunca sabes si esa sabiduría se puede transformar el día de mañana en una capacidad que nos permita atravesar un remolino. No basta con tener ganas de salir de una difícil situación. Primero hay que saber distinguir la luz en la oscuridad. La vida debajo de las rocas.

No sólo te eduques para subsistir. Edúcate para ser bueno con los demás. Entre tanta virtualidad reinante, el individualismo nos tiene encerrados en una burbuja y a veces nos olvidamos que somos criaturas sociables. Nuestra capacidad de subsistencia depende en gran medida de la interacción con nuestro entorno. Por eso, cuando el río se seca dejándote varado a tí y a tus capacidades para surfear de punta sobre la arena, mejor que tengas un amigo que te preste su camello y que te acompañe por el desierto. Las comunidades nos han llevado hacia la civilización y mantienen la maquinaria en funcionamiento. Puede que te hagas rico siendo egoísta, pero estarás sólo. Recuerda siempre que existen muchos tipos de riqueza. Lo que te llena los bolsillos es importante, pero más lo es lo que te llena el alma. Así que procura establecer alianzas para lograr objetivos en común. La felicidad compartida vale por dos.

La única certeza que tiene el humano es que algún día va a morir. Así como la vida, la felicidad también se acaba. Pero por suerte te has ocupado de adquirir la capacidad que te lleve al siguiente puerto. Transita los rápidos con destreza y si es posible con una sonrisa. Porque de eso se trata la vida, de transitarla, y más te vale sacar el mayor provecho de ella.

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