viernes, 20 de agosto de 2021

Desayuno de campeones



Me despierto harto del mundo, de las personas, de los cánones y del sentido común. Me dirijo descalzo hacia la heladera, lo único que tengo es una cerveza por la mitad sin gas. Me parece el desayuno perfecto. El alcohol me atolondra un poco. Sin meditarlo me calzo los zapatos y salgo a la calle. Si llego antes del mediodía a la casa del dealer quizás no me peguen un tiro. El barrio es peligroso, más me vale ir temprano. Compro un gramo de cocaína y me tomo la mitad en la primer esquina que veo. Ahora sí, se supone que el dolor de cabeza se me vaya, aunque siento las punzadas cada vez más enfurecidas. Camino rápido, sin rumbo. En principio quiero salir de aquí, aunque no tengo claro lo que haré después. Desayuno de campeones.

Me está agarrando ese vacío característico. No quiero quedar trabado, no me gusta. Se me ocurre estabilizar mis sensaciones. Llego por la avenida hasta la farmacia. -Alprazolam 2 miligramos, por favor.-Gracias, lo necesito. Voy al baño de la estación de servicio y me tomo dos pastillas. Me encantan las montañas rusas. Me atoro con el medio gramo de merca que tengo en el bolsillo. Ahora soy yo. Qué hago? Creo que los chicos se juntan hoy. Caminando llego al bar, y efectivamente acá está la muchachada. Me siento y pido una birra.-No tengo hambre, gracias. Hay partido? Hay joda?- Esta noche pinta fiesta. Me convidan un éxtasis y medio cartón de ácido lisérgico. -Vamos para la costa.- Siento un pitido agudo en el oído. Camino por la escollera hasta el final. Grito.-ME CAGO EN DIOS!!!!!-Me siento mucho mejor. En media hora tengo que entrar a trabajar. No quiero ir. Creo que me levanté sabiendo que hoy no voy a cumplir con ninguna de mis obligaciones. Antes de la fiesta hay un recital. Sigo tomando alcohol y me convidan porro. El porro me levanta el efecto del ácido. Las caras se transforman a mi alrededor. Odio la gente, me quiero ir. Me subo a una camioneta, vamos a comprar más merca pero no tengo plata. -Esperáme cinco minutos, ya vengo.- Me bajo de la camioneta y camino por las sombras. Doy una vuelta manzana y antes de llegar a la esquina veo a una señora entrando a su casa. Me abalanzo contra ella, le arranco el bolso de sus manos. Corro tres cuadras para despistar y regreso hacia la camioneta. -Vamos.-Compro cinco gramos de cocaína y nos vamos para mi casa. Caliento un plato, piso la piedra y la separo en un montón de rayas. Me tomo unas cuantas.-Poné música.-Bailo un poco, me duele la cabeza. Viene gente, están golpeando la puerta. No les abro. No quiero ver a nadie, odio a la gente. La droga se termina, mis amigos se van. Me duele el pecho, estoy eufórico. Tengo miedo. Me pareció escuchar un ruido. Abro la ventana. Grito. -ME CAGO EN DIOS!!-Cierro. Tengo frío. ¿Y ese ruido? Pasó un patrullero. Seguro llamaron los vecinos. Me están vigilando. Apago todas las luces. Me acuesto mirando al techo. ¿Y si disparan por la ventana? Me escondo debajo de la cama. Mi respiración hace demasiado ruido, me van a escuchar. Respiro lo más despacio que puedo. Me tiembla el pecho y la barbilla. Siento una punzada en el pecho. Me retuerzo en el suelo, en la habitación oscura debajo de la cama. Las luces se apagan a pesar de que ya lo estaban.

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