miércoles, 17 de octubre de 2012

El Lobo Estepario

Ayer, releyendo al azar el libro de Herman Hesse, me re-encontré con éste poema. Decido publicarlo aquí por que, en parte, me representa. También lo acompaño con la imagen que llevo tatuada en el pecho. En el corazón.






Yo voy, lobo estepario, trotando
por el mundo de nieve cubierto;
del abedul sale un cuervo volando,
y no cruzan ni liebres ni corzas el campo desierto. 

Me enamora una corza ligera,
en el mundo no hay nada tan lindo y hermoso;
con mis dientes y zarpas de fiera
destrozara su cuerpo sabroso. 

Y volviera mi afán a mi amada,
en sus muslos mordiendo la carne blanquísima
y saciando mi sed en su sangre por mi derramada,
para aullar luego solo en la noche tristísima. 

Una liebre bastara también a mi anhelo;
dulce sabe su carne en la noche callada y oscura.
¡Ay! ¿Por qué me abandona en letal desconsuelo
de la vida la parte más noble y más pura? 

Vetas grises adquiere mi rabo peludo;
voy perdiendo la vista, me atacan las fiebres;
hace tiempo que ya estoy sin hogar y viudo
y que troto y que sueno con corzas y liebres
que mi triste destino me ahuyenta y espanta.

Oigo al aire soplar en la noche de invierno,
hundo en nieve mi ardiente garganta,
y así voy llevando mi mísera alma al infierno.



Y para finalizar, quiero acompañar este poema con una reflexión. Como siempre lo hago. Es de mi costumbre, luego de leer éste poema, escuchar lo siguiente:


subverso

lunes, 15 de octubre de 2012

Locura

Se designó como locura hasta final del siglo XIX a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas.




Ayer pasé frente al pabellón psiquiátrico del Hospital Regional. Algo muy deprimente. Gente dando vueltas en una pequeña jaula en medio de un gran terreno. Pensar que muchos de ellos (incluso gente que conozco) acude a ese lugar de forma voluntaria, para que los dopen y los encierren. Eso es lo que hace el capitalismo. Odiar la vida. Al observar el hermoso campo que rodea esos barrotes, me dije que estar recostado en medio de ese verde intenso sería mucho más terapéutico que aferrarse a esa reja y pedir cigarrillos a los transeúntes. Si los pilares de nuestra sociedad fueran de amor, y no de billetes, todos gozaríamos de una calidad de vida estupenda.



"-¿Ignatius, no crees que quizá fueses más felíz si te tomases una pequeña temporada de descanso en el Hospital de Caridad?
-¿Te refieres por casualidad al pabellón psiquiátrico?- preguntó, furioso, Ignatius-. ¿Crees que estoy loco? ¿Crees que algún psiquiatra estúpido debería sondear en el funcionamiento de mi psique?
-Podrías descansar, cariño. Podrías escribir cosas en tus cuadernitos.
-Intentarían convertirme en un subnormal enamorado de la televisión y de los coches nuevos y de los alimentos congelados. ¿No comprendes? La psiquiatría es peor que el comunismo. Me niego a que me laven el cerebro. ¡No seré un robot!"


Extraño

La cortina en el suelo, el vidrio desplazado hacia abajo. La puerta del lavadero abierta, la del placard también. Sangre en las paredes de mi baño. El osito de peluche en el suelo, en una habitación donde sólo transitan las hormigas y el viento no tiene lugar. ¿La sangre? Yo tampoco sé de donde proviene. Sin embargo allí está. Acabo de voltear la vista. Hay una araña muerta en mi almohada. Sigo pensando en la sangre. Descansando en la silla de mi escritorio está mi campera, manchada de sangre. Es mi sangre. No literalmente. Es la sangre de mi hermano. Cuánta sangre derramó mi familia. Tiempos violentos son éstos. Nací en la violencia, y tengo la certeza que moriré de igual forma. Una imagen vino a mi mente mientras inspecciono mis nudillos machucados. Mi mano llena de sangre, con un fino hilo que mancha mis anillos, golpeando la puerta de mi madre a las 6 de la mañana. Me miro al espejo. Un rasguño recorre mi cara, desde mi ojo hasta mi boca. El pómulo violáceo. No hay hinchazón.
Al día siguiente no me siento con ánimos de ir a trabajar. Sin embargo debo ir. Luego de una jornada extenuante, sin gente ya en el bar, me siento al final de la barra con un vaso de Jack Daniel's, mientras mi jefe cuenta los billetes un poco más allá. El bar cierra, debo irme.
Comienzo a caminar sin rumbo y recibo un mensaje. Tiempo después me encuentro con ella, ebria, caminando por las calles. Hermosa vida es ésta. ¿Qué pasa ahora? La gripe y los golpes me impiden trabajar. Mi jefe protesta. Antes de colgar dice que me llamará en la semana. ¿Acaso no existe una línea menos típica para despedir a la gente? Ayer me hicieron una pregunta: ¿No les duele golpearse? La vida es dura, respondí.

miércoles, 10 de octubre de 2012

El Mar y los Daiquiris


Puedo darte. Te doy.
El mar, los daiquiris, la arena y el sol.
Sembrar una sonrisa, volverte loca de amor.
Caminar por la costa debajo del Sol.
Quiero que sientas el calor. Mi verdadero Yo.
En el mar, en el bar, en mi hogar.
Donde quieras verme, allá voy a estar.
Hacerte el amor. Enseñarte a nadar.


Puedo darte. Te doy.
Paseos en bicicleta. Viajes y sabor.
Protagonizar tus recuerdos
y que te sientas mejor.
Parezco fuerte, pero odio el dolor.
La rutina no es algo con lo que me siento mejor.
El verano, los daiquiris, la libertad y honor
figuran como vos
dentro de mi corazón.








miércoles, 3 de octubre de 2012

Literatura Infantil


La desesperada historia de:
El Sapo Pepe

  Las botas que se arrastraban por la húmeda alfombra del Casino Voyeur se precipitaron contra las puertas. La noche había caído en la ciudad de Las Vegas. Tambaleándose, por fin pudo llegar hasta su Chevy. El motor encendió instantáneamente y partió del Strip en un rugido.
A medida que se alejaba del Strip, los carteles de neón iban desapareciendo. Las casas parecían descansar a la sombra del luminoso tráfico que invadía esa carretera. Entre las intersecciones de la Av. Davis con la 55, el semáforo hizo detener por un instante a Pepe, que se miró en el espejo retrovisor. Su color verde pálido se veía opacado por unas densas gotas de sudor que le recorrían el rostro. Con su lengua se despejó la humedad de la frente. Sus ojos amarillentos estaban desesperados. El Sapo Pepe estrujaba el volante, estaba perdido.
Odiaba el tener que detenerse. Todo lo que deseaba hacer era conducir. Conducir sin destino, hasta que se quedara sin gasolina. Pero no. Ahora que se detenía, por un instante, se veía en la obligación de pensar. Pensar una manera para recuperar el dinero que había perdido. Pero, ¿cómo recuperar 7 millones de dólares?
Si don Humberto Sosa se entera que su dinero ahora pertenece a la sinuosa red de créditos del Casino Voyeur, Sapo Pepe terminará estacado en el desierto, con un cuervo repiqueteándole el ojo.

Girando hacia un lado, el Chevy Impala se internó en el oscuro aparcamiento del McDonald.  El local de comidas rápidas resplandecía a través de los enormes y rectángulos vidrios. Las ventanas rutinariamente limpias, el piso de linóleo grasientamente lustrado, todo aquello le producía a Pepe una repugnancia muy intensa. Su existencia no permitía comprender las tristes vidas de los que limpiaban aquellos vidrios, de los que lustraban ese suelo, de los que repetían su speech de venta con ánimo ausente, como el más desgraciado robot.
El motor al fin se detuvo, dejando que el silencio de la noche inunde el interior del vehículo. Dirigió su pata al interruptor del techo y Pepe quedó sumergido en la oscuridad. Encendió un cigarro.

En tan sólo una noche, se puede tirar por la borda toda una vida. ¿Quién podía imaginar perder 7 millones de dólares en un juego de póker? Con la estafa que Pepe había planeado,meticulosamente,durante 3 meses,podría haber quintuplicado el fondo de jubilación de don Humberto. Se suponía que saldría por la puerta grande, con su cuenta bancaria sobresaliente de billetes.

El estómago le rugió. El punto rojo en la oscuridad se dirigió hasta el botón de la guantera y ésta se abrió en un destello cromado. Tomó el revolver entre sus dos patas, y ,manipulando con dificultad su cigarrillo, observó el tambor del Mágnum .357. Estaba cargado. Tomando el cigarrillo con la boca, el Sapo enfundó el revólver en el cinturón.
-Tengo hambre.-Se dijo, y colocó una bota sobre el pavimento.