lunes, 8 de abril de 2013

Epifanía del idiota

"Vivir es pensar la vida, masticar esos recuerdos que aparecen en el desierto estremecedor de la conciencia, y que se repiten incesantemente, siempre idénticos a sí mismos, en un azogue que tal vez no sea sino el cristal de la eternidad, una cuestión privada, dulcemente misteriosa y no por ello menos familiar.

Soñar, soñar con lo imposible, lo irrealizable, lo maravilloso, lo que sólo está en el paraíso de la mente y que intentamos alumbrar cada mañana con nuestras manos temblorosas y febriles y que, aunque nada torpes, terminarán por deshacerlo como a un castillo de naipes, para volver a empezar, para seguir soñando, a pesar de la desgracia infinita y de la infinita tristeza de los días, de los aullidos del lobo de la noche, cuando se instala en un recodo, a sólo un paso del fin.

Vivir es eso, y no accionar sobre un caballo o un camello o una hembra o un negocio, sudar de miedo o de placer, envanecerse ante el elogio, ser humillado por la desgracia, o el poder, o el amor. La vida es lo que resta de todo ello entre los pliegues del alma; lo que resta, lo que llevaremos con nosotros a la muerte, a la eternidad de la nada. Vivir es rechazar el fasto y la codicia, las babas repugnantes del poder cobarde y del prestigio vil, rehusar las gracias ofrecidas por los patanes del dominio del mundo. Vivir es buscar a Dios en la memoria persistente. Vivir es perder la cabeza a cada instante bajo la guillotina de los sueños y las palabras prodigiosas que la ilusión escribe en tubos azules y rojos y verdes, de tembloroso neón, en la vidriera terrestre. Vivir, es el deseo feroz y permanente de cambiar la vida."

El fervoroso idiota. -Julio Llinás.

sábado, 6 de abril de 2013

TEI "Trastorno Explosivo Intermitente"

"La ira es destructiva y causante de tragedias.
Destruye relaciones amorosas, de familia y enfrenta a las personas. Quienes padecen de sucesivos ataques de ira sufren de un 'Trastorno Explosivo Intermitente'(DSM-IV). Generalmente ocurre un episodio de frustración antes de que una persona tenga un ataque de ira. Suele ser causa del episodio de ira que la persona irascible se sienta o perciba que está siendo agredida o traicionada, como es el caso de parejas en el cual un hombre maltrata a su mujer, porque supone que ella le ha faltado, o abusa de un hijo por fallas que no ameritan la desproporcionada reacción de fuerza.

La rabia es una emoción natural que ayuda a la supervivencia de la especie, al igual que el miedo, la alegría o el amor. Pero, cuando no se controla el enojo, aparece la ira y los correspondientes excesos, rencor o violencia verbal o física. Mientras que la rabia dota de la agresividad necesaria para defendernos de una eventual embestida por parte de algún animal o de otro ser humano, la ira provoca, sin ataque previo de terceros, una conducta ofensiva y dirigida a causar destrucción, castigo, venganza, ofensa o agravio a otra persona.

La ira trastorna psicológicamente a la persona y produce alteraciones fisiológicas que perjudica el sistema circulatorio, eleva a límites peligrosos la tensión arterial, tensa la musculatura corporal y acelera la respiración, lo que en suma, menoscaba la salud por el estrés extremo que impulsa. Emergen trastornos del sueño como el insomnio y perturbaciones en la alimentación y digestión. Todo ello sin mencionar el perjuicio que les infringe a los demás con sus acometidas verbales o físicas.

El ataque de ira, o ataque explosivo intermitente, se caracteriza por episodios coléricos y violentos, en los que la persona no puede controlar éstos impulsos de ferocidad y de pérdida del control mental y emocional, comprometiendo la seguridad de otros, insultándolos o lesionando, o dañando todo a su alrededor sin medir las consecuencias."
Fuente: psicologiaparatodos.com


 
Sufro de TEI. Pero antes de descubrir ésto, mi conducta hizo que pierda mi trabajo, que lastime a mi familia, a mi propio hermano gemelo, y por último, que lastime a la mujer que amo.

viernes, 5 de abril de 2013

Vómito

Hoy me despierto sin querer hacerlo. Desilucionado de mí mismo, desmotivado. Una vez más.
Harto de que el mundo, las personas, sean tan inestables como el propio clima.
Una tormenta se desata en mí. La violencia arde en todas mis extremidades.
La bronca y la desilución me paralizan. Intento moverme con tal desesperación que, cuando por fin logro romper éstas cadenas, me libero con tal furia que arraso todo a mi paso, dejando tras de mí un terreno desolado, estéril, amargado. Y un porvenir menos esperanzador.
El odio, la bronca, los celos, la inseguridad, la envidia, la culpa, todas esas cosas que abundan en las personas más detestables hoy inhundan mi alma. Y no quiero saber nada de mí mismo. Me he convertido en lo que odio. Una mala persona. Y la idea de tirarme a morir en una cama ya tampoco es atractiva para mí.
Curioso que escribiendo éstas palabras sienta ganas de vomitar. A tal punto la repulsión domina mi cerebro. Intoxicado y castigado por propia voluntad.
Egoísmo, en su mayor expresión, es lo que me trajo hasta aquí.
Las palabras que pueda escuchar no producen el cambio que anhelo. Porque en realidad no tengo ningún anhelo.
No espero nada de mí. Quiero ser nada. Quiero evaporarme. Pensamientos enfermos y oscuridad.
He visto los ojos del Diablo, y me dejé tentar. Soy consciente de ello. Lo miré, con profunda convicción, y con una gran sonrisa. Acostado en mi cama, escuchando Steve Ray Voughan, y viajando sobre LSD. Él me miró... Y yo pacté.
Estaba bien en aquel entonces.
Estoy mal ahora.
Mi espíritu se vió estimulado en un mundo de violencia extrema. Mi espíritu aventurero quería más. Al Diablo le gustaba que lo insulten, que lo aten, que le den latigazos. Al Diablo le gustaba que lo penetren. Pero no se le hace lo mismo a los Ángeles.
Hoy contemplo mis manos ensangrentadas, con el látigo oscilando en la nada, y las plumas de esos Ángeles bajo mis botas. Plumas que aún conservan su brillo, un brillo de tal intensidad que conmueve, y contrasta con la oscuridad que destila mi alma.
No puedo más, las náuseas son incontenibles, y mi estómago maldito lanza ácido sobre ese brillo cursi.