sábado, 28 de agosto de 2021

Desastre en el reactor 4

 26 de Abril de 1986

Norte de Ucrania

Baja el Sol y la temperatura también. Eran la 1 de la madrugada cuando tocó cambiar el turno de los trabajadores en la central nuclear de Chernóbil. El supervisor Igor acompañado de su ayudante, el Dr. Yuri, ingresan en el recinto que bordea el reactor nuclear número 4. En la mesa les habían dejado unas anotaciones. Debían continuar con el procedimiento protocolar. En ese momento se estaban llevando a cabo una serie de pruebas de seguridad del reactor que consistían en simular un corte de energía mientras verificaban que los sistemas de enfriamiento funcionaran correctamente. Mientras el supervisor Igor leía las indicaciones se acomodaba sus anteojos. El Dr. Yuri, a su vez, se colocó el traje anti radiación e ingresó a la sala de máquinas. Por las bocinas de la sala se escuchó la voz del supervisor-

- Yuri, debes ir hasta el termostato y anotar la temperatura. Bien, así es. Continúa. Ahora regula la válvula de presión según el manual. No olvides corregir las variaciones del termoregulador según lo indicado. Yuri, baja tres tercios. Yuri... para el otro lado. Yuri! Yuri, que haces?! Nooo!!!!....-

...

Ciudad de Chérnobil, 13km al sureste de la central nuclear.


Oleksandr comenta las noticias mientras mira televisión con su hermano Anatoli. Siente cansancio y se dirige hacia la cocina con la intención de prepararse un café. De repente, la oscuridad se transforma en destellos de luz incandescentes que ingresan por las ventanas impactando en todos lados. Oleksandr apenas tiene tiempo de cerrar sus ojos cuando una onda expansiva alcanza su hogar destruyendo los cristales de las ventanas, seguido por un estruendo capaz de ensordecer el tímpano por varios minutos. En el suelo, se arrastra entre una nube de polvo y escombros hasta llegar a la sala, sólo para encontrar a Anatoli desangrándose producto de una lesión en la yugular provocada por un fragmento de vidrio del televisor. Los ojos de Anatoli se cierran, y el grito de su hermano resuena por los pasillos de todo el edificio.

...


26 de Abril de 1996


- Hola, y bienvenidos una vez más al informativo semanal del canal 24. Mi nombre es Vasili Petrov y éstos son los titulares más relevantes de la jornada.- Suena música dramática, seguido por la voz de una locutora. - Dimite director del Hospital Publico de Moscú acusado de abuso sexual, se abstiene de dar declaraciones a la prensa... Lo mejor del fotoperiodismo mundial se expone hoy en la Galería Tretiakov, quédese para ver la ceremonia de los premios... Se cumplen 10 años del desastre en la Central Nuclear de Chernóbil, imágenes exclusivas del único sobreviviente que aún habita la ciudad.- Se corta la transmisión.

...

Una tos, un silbido, otra tos. El hombre se desplaza arrastrando los pies por la vereda. Llega a un contenedor de basura y lo abre para revolver su interior en busca de algo que le sea útil. No encuentra nada que le sirva. Con un suspiro deja caer sus brazos y se dirige nuevamente hasta su casa. Tiene que hacer un esfuerzo para abrir la puerta. Ésta se traba por el musgo que crece dentro, alimentado por las múltiples goteras que invaden el cielo raso. La habitación luce desgastada por el paso del tiempo. En un rincón se puede ver un televisor con el tubo roto. Una planta crece cerca del calentador que hace tiempo ha dejado de funcionar. De pronto, se oye el sonido de un vehículo y Oleksandr se asoma por la ventana. - Periodistas.- dice con la mandíbula apretada. Sus párpados se entornan y sus cejas se arquean. - Fuera! Váyanse de aquí! Mataron a mi hermano! No dijeron nada! No nos dijeron nada!-

...

La cámara enfoca hacia una ventana. El periodista es recibido por una lluvia de piedras que caen sobre la camioneta del canal 24. - Estamos aquí en el lugar de los hechos - dice mientras se cubre la cabeza y busca refugio de la pedrada - 10 años después para entrevistar al único sobreviviente que sigue habitando la zona luego de la catástrofe nuclear de Chernóbil. El edificio en mal estado de conservación parece albergar al morador que al parecer no está dispuesto a recibir visitas. No podemos culpar su actitud reticente teniendo en cuenta que el gobierno ha ignorado a los afectados durante ya una década mientras intenta ocultar la magnitud del desastre medioambiental a la comunidad internacional. Por el momento no molestaremos más a éste hombre que si algo se merece después de todo éste tiempo es que se respete su voluntad de seguir viviendo bajo sus términos, aunque eso signifique quizás una muerte segura. Volvemos a estudios.

jueves, 26 de agosto de 2021

Psyche 16

¿Alguna vez te tocó protagonizar una noticia? De esas que aparecen en los diarios. A mi sí. Un consejo: nunca creas todo lo que vez en los diarios. Nunca sabes que negligencia se esconde detrás de un titular. Muchas cosas interfieren en lo enunciado, por ejemplo el sesgo político del periodista, la línea que bajan desde la redacción del diario o la urgencia por publicar cualquier cosa que atraiga la curiosidad del lector. Como decía, la historia que me llevó a estar en tapa de los principales diarios de mi país inspiraría a más de un director de Hollywood. "Hombre encuentra un meteorito y se hace multimillonario" Si, suena bien, no? Pero no se apresuren, porque la realidad, como dije antes, tiene muchos matices.

El asteroide Psyche 16 es el objeto más valorado del que tiene registro la humanidad. Está compuesto de oro, platino, cobre, hierro, níquel y otros metales raros, por un valor de 10.000 cuatrillones de dólares. Éste objeto forma parte del cinturón de asteroides que transita entre los planetas Marte y Júpiter.

Cuántas son las probabilidades de que un pedazo de ese valioso asteroide llegue a mis manos? No entiendo mucho de cálculos y estadística pero creo que mucho más que 1 en 10.000 cuatrillones.

En fin, procedo a relatar rápidamente los sucesos que se desencadenaron en el espacio y terminaron por depositar el meteorito en mi bolsillo. Al parecer, una misión de explotación minera enviada por la Asteroid Mining Company tuvo un error de cálculos, provocando una gran explosión que terminó por desprender un gran trozo del Psyche 16. El objeto más pequeño fue remolcado hasta la estación espacial que orbita Marte, y retenido para ser estudiado, pero el laboratorio fue atacado por piratas espaciales que pretendían robárselo. Y tuvieron éxito, al menos hasta llegar cerca de la Tierra, donde fueron interceptados por la NASA. Se desató una batalla que dejó la nave pirata echa añicos, y la porción de asteroide terminó por fragmentarse en miles de pedazos. La agencia pudo reunir la mayor cantidad de fragmentos, pero unos cuantos se dieron por perdidos en la inmensidad del espacio. Uno de ellos logró entrar en la órbita terrestre, y en cuestión de tiempo ingresó a la atmósfera para aterrizar directamente en mi jardín, mientras regaba mis plantas.

Y así fue, en resumidas cuentas, cómo un objeto extremadamente valioso (y peligroso), intensamente buscado y añorado por enormes y enigmáticos poderes, pasó a ocupar un lugar en mi repisa.
 
La noticia de la batalla estelar se propagó como un virus, y con ella el rumor de la posibilidad de encontrar un pedazo del preciado cargamento. Cuando me enteré lo que sucedía inmediatamente caí en cuenta de la verdadera naturaleza de mi flamante pisapapeles, por lo que lo llevé con especialistas del Museo de Ciencias Naturales para verificar si se trataba de un pedazo del Psyche 16. Y efectivamente, mi nombre y la historia que les acabo de narrar se dieron a conocer en todo el mundo. Con algunas ligeras diferencias. ¿Me volví multimillonario? Sí y no. Verán... Lo que tengo en mis manos es invaluable, y diferentes grupos (de los cuales estoy obligado a no divulgar información) se interesaron por mi hallazgo y me han ofrecido incalculables sumas de dinero que he rechazado con contundencia. No me siento preparado para tomar una decisión ahora mismo, pese a que las insistencias se han convertido en exigencias. Hoy me pareció ver a alguien merodear por mi jardín, aunque no pude precisar si era un periodista o uno de esos tipos del gobierno. Sus camionetas están aparcadas frente a mi casa desde hace días, y cada vez que paso a su lado fingen no verme. Ya no siento deseos de salir de mi casa. Me he vuelto paranoico. Creo que estoy encerrado en mi ático desde hace unos... ¿dos meses? Sólo bajo para tomar agua, pero hoy el ruido de un cristal roto me alertó y volví a subir corriendo. Oigo ruidos en la planta baja. Han venido a por mí y no creo que tengan intenciones de dialogar. Planean robar mi hallazgo. Ya me imagino lo que dirán los diarios mañana. "Proclaman meteorito patrimonio de la humanidad". Tendrá que ser sobre mi cadáver.

miércoles, 25 de agosto de 2021

El gordo Pity

 Siempre tuve problemas para controlar mi ira. Ese sentimiento exasperante que nubla mi razonamiento y hace temblar mis manos es disparado por las más pequeñas situaciones, y cada vez con más frecuencia. Mi salud y las relaciones con mi entorno se ven dañadas por culpa de mi mal temperamento. Los ejercicios de respiración me generan ansiedad, por más loco que parezca. Algo que siempre resultó para mí es ponerme a meditar. Por eso aquí, con los ojos cerrados y las piernas entrecruzadas comienzo la exploración de mi propia mente. Transito por un túnel biomecánico hasta llegar a una compuerta que se abre para mostrarme un recuerdo de mi niñez. Allí me encuentro, sentado en el banco del salón de clases de mi escuela primaria. Estamos en clase de dibujo técnico. Con las grandes hojas Canson número seis desplegadas sobre las mesas nos queda poco espacio para movernos con soltura. A mi lado tengo al gordo Pity, un pibe grandote al que le gusta molestar. Está sentado conmigo porque el resto de los compañeros le tienen miedo, en cambio yo jamás demostré debilidad ante él. Pensándolo un poco, creo que me consideraba una especie de cómplice de sus fechorías. Sin embargo no era de mi agrado meterme con los demás. Siempre y cuando no me molestaran, claro.

 Recuerdo que ese día me encontraba especialmente frustrado. "Con la mecha corta" se suele decir. Pity borraba sus desalineados trazos y soplaba los residuos de la goma de borrar hacia mi lámina. Yo los apartaba con la mano y éstos terminaban por ensuciar mi dibujo. La ira se apoderó de mí con tal rapidez que ninguno de los presentes pudo verla venir. A modo de aclaración debo mencionar que el profesor de dibujo técnico, el señor Conike, era un enorme polaco que inspiraba respeto y al que nadie se atrevía a cuestionar. Mucho menos protagonizar un episodio de mala conducta en su clase. Pero en ese momento no pensaba en Conike, sólo pensaba en destruirle la cara al gordo Pity. En cuestión de segundos mis manos en estado de ebullición destrozaron por la mitad la lámina de mi compañero de banco. Fue genial. La ira me ha salvado de muchas situaciones que puedo calificar como peligrosas, y también me ha hecho reafirmar como persona en momentos límites. Pero también corresponde aceptar que me ha traído más que un dolor de cabeza. La meditación me hace apartarme de los recuerdos y de mis propios sentimientos con la misma facilidad con la que tiro una colilla de cigarrillo al piso. A la mierda el gordo Pity, yo me voy a surfear ésta ola de pensamientos y a buscar un lugar paradisíaco. No voy a desperdiciar una meditación pensando en momentos negativos. Quiero ir más allá, me quiero elevar. Y así me mantengo volando un poco, como en ala delta, atravesando los acantilados de mi propia mente hasta llegar a la casa de mi abuela Irma. Es domingo y hay un plato de ravioles humeante sobre la mesa. Queso rallado del barato y pan blanquito. Me encantaba el pan que vendían en el barrio de mi abuela. Volvería cualquier día que pudiera a esa casa encantada. Pero el recuerdo de esos ravioles me despierta un hambre que sacude un poco mi viaje astral y me tensa la cuerda que me une al mundo material. Voy volviendo lentamente a tomar el control de mi consciencia, dispuesto a pausar la búsqueda del nirvana aunque sea por un momento. La mente no funciona sin combustible y ya me dieron ganas de repetir los fideos que comí este mediodía.

lunes, 23 de agosto de 2021

Una luz

 Una ducha, un té caliente, un cigarrillo. Todos elementos disruptivos de lo cotidiano. Algo así como una fórmula secreta. Al igual que un pensamiento destructivo puede condicionar todo tu día, tus semanas, tus años... La misma capacidad contiene un pensamiento positivo. Donde se pone el ojo se pone la bala. Donde emplazas tu mente, tu mente construye. Vivimos inmersos en un caos estatal, institucional, sanitario, mundial. El 'kaos' es la ley sin ley que rige no sólo nuestras vidas, sino que todo el universo. La incertidumbre de lo azaroso nos apuñala en el abdomen, derramando todos nuestros ordenados cálculos sobre el río que fluye, llevándoselos con la corriente hasta un remolino para luego precipitarse por una catarata. Saber transitar los rápidos. De eso se trata.

El kaos no es algo lindo ni feo. El kaos es lo que es. Se manifiesta mejor cuando menos te lo esperas. Digamos que un día te falta ese cigarrillo, ese té, esa ducha caliente. ¿Se te han ido las ganas de filosofar, no? Digamos que un día estalla una pandemia y se decreta la cuarentena estricta en todo el mundo. Ahora no puedes salir de tu casa. ¿Te suena familiar?

La pregunta que inmediatamente surge sería ¿Y ahora qué hacemos?

Bueno, es lo que todo el mundo trata de dilucidar. Por lo que no te sientas culpable si no encuentras un camino inmediatamente. El hecho de que todos estemos algo desorientados es para mi un gran consuelo. Cada uno entonces debería buscar algo que lo consuele en medio de tanto caos. Como una luz en la oscuridad, o una pincelada de color en un entorno gris. Algo que nos manifieste vida y nos transmita esperanza. Algo similar a lo que me produce la sonrisa de mi hijo.

Así es. Mi hijo es mi motor, mi familia, mi hogar. Algo que trasciende toda ley, puesto que mi sangre seguirá corriendo por sus venas a pesar de las corrientes y las cataratas.

Más allá de los motivos que podamos tener, que nos impulsen hacia delante, también entran en juego nuestras propias capacidades. Uno no nace sabiendo cosas, las va adquiriendo en el camino. Por lo que procura estar aprendiendo algo nuevo a cada paso que des. Nunca sabes si esa sabiduría se puede transformar el día de mañana en una capacidad que nos permita atravesar un remolino. No basta con tener ganas de salir de una difícil situación. Primero hay que saber distinguir la luz en la oscuridad. La vida debajo de las rocas.

No sólo te eduques para subsistir. Edúcate para ser bueno con los demás. Entre tanta virtualidad reinante, el individualismo nos tiene encerrados en una burbuja y a veces nos olvidamos que somos criaturas sociables. Nuestra capacidad de subsistencia depende en gran medida de la interacción con nuestro entorno. Por eso, cuando el río se seca dejándote varado a tí y a tus capacidades para surfear de punta sobre la arena, mejor que tengas un amigo que te preste su camello y que te acompañe por el desierto. Las comunidades nos han llevado hacia la civilización y mantienen la maquinaria en funcionamiento. Puede que te hagas rico siendo egoísta, pero estarás sólo. Recuerda siempre que existen muchos tipos de riqueza. Lo que te llena los bolsillos es importante, pero más lo es lo que te llena el alma. Así que procura establecer alianzas para lograr objetivos en común. La felicidad compartida vale por dos.

La única certeza que tiene el humano es que algún día va a morir. Así como la vida, la felicidad también se acaba. Pero por suerte te has ocupado de adquirir la capacidad que te lleve al siguiente puerto. Transita los rápidos con destreza y si es posible con una sonrisa. Porque de eso se trata la vida, de transitarla, y más te vale sacar el mayor provecho de ella.

viernes, 20 de agosto de 2021

Desayuno de campeones



Me despierto harto del mundo, de las personas, de los cánones y del sentido común. Me dirijo descalzo hacia la heladera, lo único que tengo es una cerveza por la mitad sin gas. Me parece el desayuno perfecto. El alcohol me atolondra un poco. Sin meditarlo me calzo los zapatos y salgo a la calle. Si llego antes del mediodía a la casa del dealer quizás no me peguen un tiro. El barrio es peligroso, más me vale ir temprano. Compro un gramo de cocaína y me tomo la mitad en la primer esquina que veo. Ahora sí, se supone que el dolor de cabeza se me vaya, aunque siento las punzadas cada vez más enfurecidas. Camino rápido, sin rumbo. En principio quiero salir de aquí, aunque no tengo claro lo que haré después. Desayuno de campeones.

Me está agarrando ese vacío característico. No quiero quedar trabado, no me gusta. Se me ocurre estabilizar mis sensaciones. Llego por la avenida hasta la farmacia. -Alprazolam 2 miligramos, por favor.-Gracias, lo necesito. Voy al baño de la estación de servicio y me tomo dos pastillas. Me encantan las montañas rusas. Me atoro con el medio gramo de merca que tengo en el bolsillo. Ahora soy yo. Qué hago? Creo que los chicos se juntan hoy. Caminando llego al bar, y efectivamente acá está la muchachada. Me siento y pido una birra.-No tengo hambre, gracias. Hay partido? Hay joda?- Esta noche pinta fiesta. Me convidan un éxtasis y medio cartón de ácido lisérgico. -Vamos para la costa.- Siento un pitido agudo en el oído. Camino por la escollera hasta el final. Grito.-ME CAGO EN DIOS!!!!!-Me siento mucho mejor. En media hora tengo que entrar a trabajar. No quiero ir. Creo que me levanté sabiendo que hoy no voy a cumplir con ninguna de mis obligaciones. Antes de la fiesta hay un recital. Sigo tomando alcohol y me convidan porro. El porro me levanta el efecto del ácido. Las caras se transforman a mi alrededor. Odio la gente, me quiero ir. Me subo a una camioneta, vamos a comprar más merca pero no tengo plata. -Esperáme cinco minutos, ya vengo.- Me bajo de la camioneta y camino por las sombras. Doy una vuelta manzana y antes de llegar a la esquina veo a una señora entrando a su casa. Me abalanzo contra ella, le arranco el bolso de sus manos. Corro tres cuadras para despistar y regreso hacia la camioneta. -Vamos.-Compro cinco gramos de cocaína y nos vamos para mi casa. Caliento un plato, piso la piedra y la separo en un montón de rayas. Me tomo unas cuantas.-Poné música.-Bailo un poco, me duele la cabeza. Viene gente, están golpeando la puerta. No les abro. No quiero ver a nadie, odio a la gente. La droga se termina, mis amigos se van. Me duele el pecho, estoy eufórico. Tengo miedo. Me pareció escuchar un ruido. Abro la ventana. Grito. -ME CAGO EN DIOS!!-Cierro. Tengo frío. ¿Y ese ruido? Pasó un patrullero. Seguro llamaron los vecinos. Me están vigilando. Apago todas las luces. Me acuesto mirando al techo. ¿Y si disparan por la ventana? Me escondo debajo de la cama. Mi respiración hace demasiado ruido, me van a escuchar. Respiro lo más despacio que puedo. Me tiembla el pecho y la barbilla. Siento una punzada en el pecho. Me retuerzo en el suelo, en la habitación oscura debajo de la cama. Las luces se apagan a pesar de que ya lo estaban.

jueves, 19 de agosto de 2021

Dos amigos

 



Alfredo está sentado en la cocina preparándose un té de boldo. Son las cuatro de la tarde y el sol entra por la ventana calentando su rostro. Su mirada se pierde entre los remolinos de vapor que salen de su taza caliente. Los aromas lo envuelven todo, pero hay algo que no le deja disfrutar la quietud de la tarde. Quizás las manchas de la ventana que le recuerdan que se tiene que poner a limpiar toda la casa con urgencia. Mira hacia el suelo y ve las sombras que proyectan las migas de pan esparcidas por él, y alguna que otra hormiga le genera la sensación de que está siendo invadido por los insectos. Con el rostro apoyado entre sus brazos cruzados, cierra fuertemente los ojos. Alfredo tiene la sensación de haber vivido una situación similar. Está teniendo un 'déjà vu'. Pero por más que se esfuerza en recordar eso que no sabe muy bien de qué se trata, la nada es lo único que le viene a la mente. Siente como si le hubiesen robado algo. En su empeño de buscar aquello que se le escapa de los recuerdos visualiza una gran habitación. Pero ésta se encuentra totalmente desprovista de muebles. Las marcas en la alfombra y las paredes evidencian que alguna vez allí se encontraban emplazados un sillón, un velador de pie, un cuadro colgado y un candelabro. Evidentemente alguien se los había robado. Al igual que sus recuerdos, al igual que sus ganas de ponerse a limpiar, al igual que sus motivaciones.

De pronto entra Pedro, acababa de salir del baño y lo primero que se encuentra al volver a la cocina es a Alfredo que escondía la cabeza entre sus brazos.

-¿Y ahora qué te pasa?- pregunta Pedro a su compañero de piso, visiblemente desganado.

-Nada... qué se yo.. - suspira Alfredo con agobio.

-Yo sé lo que te pasa, estás aburrido. Yo también, estoy cansado de dar vueltas por la casa. ¿Y si nos vamos a caminar por ahí?

-No tengo ganas.

-Yo tampoco.-sentencia Pedro, dejándose caer en el sillón de dos cuerpos, haciendo despegar una nube de partículas de polvo que danza y se arremolina frente al haz de luz solar que entra por la ventana.

Los dos amigos se encontraban sumidos en un trance bastante particular. Su forma de vida se había modificado abruptamente desde que se decretó la cuarentena. Sus rutinas cotidianas se habían truncado de un momento para el otro. Alfredo había tenido que trasladar sus estudios al ámbito virtual, por lo que no requería asomar su cabeza al exterior casi para nada. Pedro no trabajaba. Antes de la cuarentena pintaba murales. Había dejado currículums con la esperanza de encontrar algo, pero con la excusa del virus los sueldos estaban cada vez más bajos. Si trabajaba no le alcanzaba para vivir, por lo tanto dejó de preocuparse por conseguir trabajo y se dedicaba a reptar de aquí para allá buscando quien le donara alimentos no perecederos para llenar la alacena.


Y así transcurría el tiempo para los amigos. Los días se sucedían uno tras del otro dejando una estela de polvo que lentamente se acumulaba sobre sus cejas y sus hombros, haciendo sus pasos más pesados. Alfredo seguía teniendo la sensación de que le robaban los muebles. De tanta ida y vuelta, Pedro había generado un surco en el suelo. Una trinchera de un metro de profundidad atravesaba la casa desde el baño hasta la cocina.

Un día, Alfredo suspirando se sienta en la cocina y amaga a apoyar sus brazos en la mesa, pero sigue de largo y casi termina cayendo de su silla. ¿Y la mesa? Cierra los ojos intentando recordar cómo estaban emplazados los muebles en su cocina. Estaba seguro de que allí faltaba algo, pero esa sensación le resultaba tan recurrente que ya hace tiempo había dejado de esforzarse por recordar. Su mente hacía un rápido recorrido por el lugar, pero por más que se empeñara la habitación siempre se le presentaba vacía. Esta vez no. No se iba a conformar con el resultado que le arrojaba su memoria maltrecha.

-Pedro!-llamó gritando a su amigo, que suponía se encontraba en el baño. No hubo respuesta. Alfredo miró a su alrededor, se levantó de su silla y se acostó en el suelo, dirigiendo su cabeza hacia el interior del pozo que había surcado su amigo.

-PEEEEEEDROOOOO!!!!-su grito retumbaba por las paredes del oscuro precipicio produciendo un eco que acrecentaba la sensación de vértigo. Silencio absoluto. Abrumado, Alfredo se puso de pie para luego desplomarse con desgano sobre su silla, pero su peso atravesó el aire haciendo que su trasero rebotara duramente contra el suelo, arrojándolo por el acantilado hacia el abismo.

Obituario

 El 20 de Junio de 2008 fallece a los 78 años el Sr. Gregorio González. Le sobrevive su esposa la Sra. Rosa Alcira López, su hija Graciela, y sus nietos Gabriel, Diego, Rodrigo, Emanuel y Francisco. Su familia lamenta en el alma su partida en éste momento de mucho dolor.

 El señor González nace el 25 de Mayo de 1930 en el pueblo de Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires. Su padre Juan González sirve en el cuerpo de Policía y cae en cumplimiento del deber dejando a Aurora de González sola a cargo del infante y sus hermanos. Cuando Aurora fallece de causas no especificadas a la redacción de este obituario, el pequeño Gregorio de 9 meses de edad es adoptado por la familia Casadevan, compuesta por Pedro y Diolinda Casadevan, quienes lo crían junto a 2 hermanos: Juan Casadevan y Beatriz Monje.
A la edad de 16 años, luego de realizar trabajos en el campo donde se encargaba de un palomar, Gregorio González se establece en la ciudad de Mar del Plata y consigue trabajo como mozo, reencontrándose con sus hermanos biológicos: Julio, Domingo, Francisco, Manuel, María, Amalia y Angela. Al cabo de unos años conoce y se casa con Rosa López y se construyen su casa en calle Magnasco Nº33.
Gregorio y Rosa consiguen trabajo de caseros en un hotel residencial ubicado en Falucho y Av. Patricio Peralta Ramos, frente a playa Varesse, donde se establecerían durante el resto de sus vidas. Nacen Alicia Viviana y Graciela Marcela, sus hijas. Gregorio González gana el premio mayor de una carrera de caballos agenciándose para sí una suma de dinero que le permite construir un edificio en las calles Italia y Matheu, donde pondrá una panadería, una carnicería y posteriormente se establecerán allí permanentemente su hija Graciela y sus nietos. El 20 de Agosto de 1974, a poco de festejar su cumpleaños número 15, Viviana fallece en un accidente de tránsito de camino a la ciudad de Miramar. La familia es sacudida por el deceso, sumiéndose en una profunda pena. Dedicado ahora enteramente a su hija Graciela, Gregorio se alejaría del mundo de las apuestas y los juegos de azar para siempre.
Después de sus años de servicio en el hotel residencial Cabo Corrientes, es jubilado y forzado a retiro debido a los crecientes problemas de salud que exhibiría el matrimonio. Se irían a vivir a una de sus propiedades, junto a su hija y sus nietos, donde su salud se vería afectada con rapidez. Luego de varios episodios de desconcierto, mareos y problemas de presión, Gregorio González padecería un ACV que lo dejaría sin habla. Internado primero en la guardia del Hospital Regional es visitado por sus nietos, quienes se esfuerzan por comunicarse con él. Al principio éste pudiendo señalar vagamente las letras en un tablero, pero no pudiendo acertar con efectividad, cae en la frustración y el desgano. Derivado al Hospital Privado de la Comunidad sus nietos lo visitan a diario para leerle el periódico y hacerle compañía, pero su salud decrece hasta el punto de quedar sin reacción alguna. Con el paso de los días se establece la fecha de su fallecimiento el día 20 de Junio de 2008.
El servicio fúnebre se encomienda a la casa funeraria Alberti, que es visitada por un gran caudal de personas que dan cuenta de lo querido que fue en vida y ahora en su paso hacia la inmortalidad el hombre que se encargó de llevar una vida digna y ejemplar enseñando importantes valores de trabajo, compromiso y esfuerzo a su familia y cosechando profunda amistad para con quienes lo rodearan. Se adjunta a continuación una milonga del señor Sandalio Gómez dedicada a mi abuelo Don Gregorio González Roca Casadevan: "YO SOY GOYITO (I) Señores yo soy goyito de los otros no hago caso y dicho sea de paso perdono si alguien me ofende. Creo que ya me comprenden! Soy noble espiritual soy como toda una vida con dos o tres meses mas. (II) En todo soy razonable al Cesar le doy lo suyo nunca me gusto el baruyo ni lios con familiares; Yo soy mozon de los mares con sus tesoros preciosos y si hay algo me hago el oso para evitarme pesares. (III) De mi vista nada escapa todo lo veo clarito pero se hacerme el chiquito para no alzar la romana la vida empieza mañana y no hay derecho señores que por un monton de errores se viva de mala gana. (IV) Quiero y vivo a mi manera por ser pobre no me quejo Quisiera llegar a viejo cultivando la amistad Es mi signo de lealtad perdonando al mal amigo enseñandole el camino con Rosario de bondad. ---------------------- Al amigo Goyo Gonzalez con toda estima : Sandalio Gomez
(24-3-70)"

martes, 17 de agosto de 2021

Nosotros y Ustedes



Nosotros somos guiados por una fuerte convicción. A ustedes los guía la tradición.

Nosotros estamos convencidos de que las cosas pueden cambiar. En cambio, ustedes se aferran a sus anticuados valores. Nosotros tenemos un fuerte sentido de la fraternidad. Ustedes prefieren la ciega lealtad. Nosotros somos horizontales cuando ustedes se apilan de forma vertical. Nosotros somos críticos, ustedes fanáticos. Nosotros dialécticos, ustedes encubridores.

A nosotros nos complace el hecho de desaprender. Ustedes aborrecen admitir su derrota.

Nosotros somos respetuosos del otro. Ustedes desprecian a quien consideran inferior.

Nosotros creemos en la igualdad. Sin embargo ustedes abrazan la competencia.

Y si de meritocracia hablamos ustedes se creen reyes. Nosotros a su vez los consideramos el problema del mundo.

A ustedes les hace gracia la desgracia. Nosotros nos compadecemos del padeciente.

Ustedes creen en el orden. Nosotros en la justicia. Pero no creemos en la justicia impartida por ustedes. Nosotros tenemos fé en la balanza que sostienen las fuerzas naturales del mundo.

Ustedes serán arrasados por su avaricioso comportamiento. A nosotros nos mantendrá de pie nuestro espíritu de comunión.

Parece difícil, pero no imposible. Nosotros muertos inspiramos al mundo, ustedes vivos causan aberración.

Nosotros hacemos obras en los barrios mientras ustedes hacen pautas publicitarias.

Nosotros acompañamos a los trabajadores en sus reclamos. Ustedes los reprimen.

Quizás nosotros nunca ostentemos el poder. No estamos verdaderamente interesados en él. Por eso es que el poder les pertenece a ustedes. El poder es una invención de ustedes. Nosotros estamos en la búsqueda de algo que exceda su poder. Algo tan potente que será capaz de acaparar la atención de todos y cada uno de los habitantes del planeta. Nosotros buscamos el entendimiento entre las especies, cuando ustedes lo único que pretenden es la dominación por la fuerza.

Si no hay enemigo no existe la confrontación. Si no hay súbdito no hay líder. Sin esclavo no hay amo.

Ustedes apelan a la moral, la ética, las costumbres. A nosotros no nos preocupa la estructura que han tejido para justificar su modelo de vida.

Nosotros fluctuamos con el movimiento de las olas. Nos adaptamos. Evolucionamos. Ustedes luchan contra la marea. La atraviesan. La desplazan. Envejecen. Se extinguen.

Nosotros proponemos, ustedes imponen. Ustedes quieren dominarnos. Nosotros no los queremos para nada.

Queda claro entonces, de verdad espero que sí. No nos busquen, no nos molesten. Si es posible no nos dirijan nunca más la palabra. Nosotros nos quedaremos aquí. Ustedes pueden irse a Marte.

Y si alguna vez nos necesitan sáquense el traje espacial. Dejen la escafandra allí, las botas allá. Bajen de su nave y mézclense con nosotros. Conviértanse en nosotros. Ustedes y nosotros respiraremos el mismo aire, compartiremos los mismos padecimientos, recogeremos los mismos frutos y avanzaremos uno al lado del otro. Entonces es cuando ustedes nos concederán la victoria en ésta histórica contienda que tanto tiempo se han empeñado en mantener.

El Departamento Embrujado

Asquerosos imberbes -murmuraba para sí mientras avanzaba por la calle oscura envuelto en sus cavilaciones. Si había alguien a quien Carlos aborrecía era a sus vecinos. Se creen con la autoridad moral para decidir quién vive equivocado, pensaba. Ya verán, les demostraría que ni él ni su forma de vida se doblegarían ante sus exigencias. Estaba dispuesto a mudarse lo antes posible.

Riojabamba 2154, departamento 1. Largo y tendido se había discutido en el ceno de la familia de Carlos sobre quién se encargaría de pagar las expensas de aquel departamento abandonado. El número 1 de Riojabamba había pertenecido a su tía Raquel. Pobre señora… No se encontraba en sus cabales en el momento de su trágica muerte. Su comportamiento enigmático y reservado no permitían a nadie imaginar que se arrojaría desde la ventana del primer piso, fracturándose mortalmente el cuello.

Al llegar lo primero que llamó su atención fue la fachada. Manchas de humedad en la piedra pulida daban un aspecto decadente. Carlos dirigió su mirada al balcón del departamento 1, que daba a la calle. Adornado con estalactitas de musgo, un líquido verduzco goteaba sobre la vereda dejando una mancha que corroía las baldosas. Un viento helado hizo estremecer a Carlos, quien se apuró a buscar las llaves en su abrigo e ingresar al frío pasillo. En la penumbra pudo ver la amplia escalera de granito. Tanteó en la pared en busca del interruptor de luz. Qué extraño, recordaba que allí había uno, pero en ese momento no fue capaz de encontrarlo. ¿Cuántos años habían pasado de su última visita a su tía?


1996, la tía sonreía mientras guiaba a su pequeño sobrino de la mano. Mientras el pequeño Carlos apresuraba el paso en la escalera para acceder al número 1 la puerta de calle se cerró con un estrepitoso estruendo. Y la tía? Allí no había nadie. Se había quedado afuera. Las luces se apagaron. El pequeño Carlos se quedó parado, solo, en medio de aquella enorme escalera. Cuando se disponía a bajar, un picaporte produjo un chasquido y la luz del 1º se proyectó en el pasillo. Su tía lo llamaba desde lo alto para que se apure a entrar.


Y allí se encontraba nuevamente Carlos. En medio de esa oscura y amplia escalera de granito negro, se disponía nuevamente a ingresar al departamento de su tía. Pero esta vez sin la pesadumbre y desconfianza típica de la niñez.

Esta vez una sensación de libertad lo invadía. En el edificio no habían vecinos, y los dos pisos por encima estaban vacíos, según a él le constaba. Por fin podría embarcarse en esas interminables juergas con música a todo volumen e invitados indecorosos. Nadie podría decirle nada, ni siquiera sus padres señalarían el hecho de que ya estaba grande y debía salir a buscar trabajo.

Al abrir la puerta una tela de araña cayó sobre su rostro como un manto de fina seda. Apartándola con su brazo se refregó los ojos para descubrir la añeja habitación que le daba la bienvenida con un pesado aroma metálico. Apresuradamente encendió la luz para descubrir el estado de aquel espantoso lugar. El papel tapiz estaba desteñido y lleno de hongos, y la ventana por donde había saltado la tía Raquel estaba tapeada por destartaladas tablas de madera. Casi no existía superficie que se librara del espeso polvo. Carlos, agobiado por el trabajo que aquel departamento requería, comenzó a notar dificultad para respirar. Sin dudas había algo en aquel ambiente que le estaba afectando. Algo inseguro se dirigió hacia el baño. Es difícil explicar la sorpresa que se llevó al empujar la pesada puerta.

Contrario al estado general de aquel edificio abandonado, el baño se encontraba inmaculadamente limpio y reluciente. Como si de una extraña proyección del pasado se tratara, Carlos tuvo la sensación de haber ingresado en una especie de máquina del tiempo al atravesar el umbral de aquel baño. Luminosos, los azulejos verdes le devolvían su distorsionado reflejo. La grifería de cromo reluciente destellaba como recién pulida, y el espejo tenía tal nitidez que graficaba con detallado realismo las imperfecciones de su cara.

Desconcertado por lo irreal de la situación, se le ocurrió girar el grifo del lavamanos, lo que produjo un desagradable sonido que hizo estremecer el suelo, las paredes, el techo y al propio Carlos. Sintió el sonido del agua precipitándose lentamente a través de la cañería. Pero el agua se contuvo de salir. En cambio un borbotón de denso barro salió disparado en el lavamanos salpicándole los ojos y haciéndolo tambalear hacia atrás. Sintió como el espeso menjunje lo escupía todo a su alrededor, mientras buscaba a tientas cerrar la canilla. Pero antes de llegar a cerrarla su mirada incrédula se enfocó en el espejo. Lo que allí vió transformó la expresión de su rostro en auténtico y frenético terror.

Su rostro ya no era su rostro. Era como si el barro hubiera derretido su retina, sus facciones, sus huesos y hasta el propio espejo. De pie frente a él se encontraba una demacrada y desproporcionada cara amorfa que lo miraba como ahogada en un grito desesperado. Ante la irreal pero tangible escena que allí sucedía Carlos sólo pudo huir despavorido. Sus brazos y piernas eran arrastrados por la urgencia de salir de allí. Dando tumbos y parcialmente enceguecido se dirigió hacia la salida. Pero la sensación de ser perseguido por ese rostro desgarrado se trasladó hacia delante cuando se topó con una figura de pie que le impedía la salida hacia la escalera. El cuerpo de una anciana decrépita de aspecto mortuorio lo observaba con una amplia sonrisa burlona de dientes podridos, sostenidos por un cuello retorcido y ennegrecido. Con movimientos antinaturales la figura se abalanzó hacia él, haciéndolo retroceder como una estampida a través de las antiguas maderas de la ventana que cedieron al primer contacto, precipitándolo con fuerza hacia el abismo.

miércoles, 9 de junio de 2021

Me voy a sacar la mochila. Hoy. Ya.

 Quizás para quien no me conoce éstas líneas le pueden ser de utilidad. Mi nombre es Emanuel, tengo 29 años y soy papá de un maravilloso niño. Él es mi orgullo más grande. Por otro lado, siempre me consideré a mí mismo una buena persona. Bastante impulsivo, es cierto, pero generalmente actuando con la confianza de estar haciendo lo correcto. Trato de ser empático y atento con la gente que quiero, pero también tengo un gran instinto de autopreservación. Cuando las exigencias y las expectativas de los demás comienzan a pesar sobre los hombros de manera desmedida siempre termino por priorizar mi salud mental. Tengo muy claro que si no me ocupo de mi propia calma y bienestar muy difícilmente pueda hacer felíz a quienes me rodean. También tengo claro que no tengo que convencer a nadie ni explicarme con nadie que no quiera escuchar o comprenderme. Sencillamente porque no le debo nada a nadie. Siempre trato de dar todo lo que puedo, pero una pequeña parte de mí la guardo celosamente. Esa partecita es la que me hace ser quien soy y no estoy dispuesto a renunciar de ella.

Acepto que tengo una naturaleza inquieta y desafiante. Me da curiosidad ver qué sucedería si actuara de tal forma. Eso me hace impredecible y es una característica demasiado mía. No puedo estar haciendo lo mismo por demasiado tiempo. Tengo algo que me empuja a romper con la monotonía, lo acepto. Pero sinceramente lo hago sin malas intenciones. Aveces lamento herir sentimientos que me son depositados, y que quiero y que respeto, pero tienen que entender que necesito que se respete mi espacio y mi individualidad. La libertad es una condición muy importante para mí. Así como el compromiso, la lealtad y el amor.

martes, 20 de abril de 2021

Fahrenheit 451

 Acabo de terminar el prólogo de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (publicado en 1953) y quedé tan maravillado que me dieron ganas de emitir una opinión al respecto.

Hasta antes de empezar a leer tenía poca información sobre de qué se trataba el libro. Sólo sabía que se trataba de un futuro distópico donde los bomberos en vez de sofocar incendios se dedicaban a quemar libros, para censurar la realidad que surgía del pasado e instaurar una nueva especie de régimen totalitario. Ahora bien, sin haber comenzado a leer ni una palabra más, tuve una serie de planteos filosóficos entorno a ésta idea de la quema de libros. Quién lee hoy por hoy, en el año 2021, un libro? Qué importancia tiene ya la tinta impresa en papel amontonada en unos estantes polvorientos? La tecnología podría reemplazarlos, pensé, salvo por el hecho de que ya se perdió la costumbre de leer para entretenernos. Hoy leemos para informarnos. Y qué efecto tiene a grandes rasgos, a qué consecuencias se atañe una sociedad que no lee, que no conoce, que no investiga?

Sobre todo eso pensaba. Hasta que más tarde me topé con un párrafo del final del prefacio de Fahrenheit que me terminó por confirmar mis temores:

"...Se refería a la posibilidad de quemar libros sin fósforos ni fuego. Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe…"

Así fué que llegué a una triste conclusión:

No queda ni un sólo libro en éste planeta.


sábado, 9 de enero de 2021

Quizás...

 Quizás haya pasado demasiado tiempo desde que no publico nada, pero te aseguro querido lector que razones las tengo de sobra.

Quizás deba sentarme a reflexionar en el pasado, y en todo lo que he vivido y en las batallas que he superado. Pero no voy a mentir, ya cada vez menos dispongo a mi mente tan penosa tarea. Considero que es una suerte para tí, querido lector, que no te quieres aburrir leyendo las penurias de un simple trabajador, de alguien que no tiene para contar más que historias difíciles y poco inspiradoras.

Quizás deba comenzar por lo que veo ni bien despego mis ojos, como para ilustrar el presente con una dosis de realidad. Estoy encerrado, como muchos, en mi propia casa. Yo, mi mujer y mi pequeño hijito estamos sospechados de covid-19. Es por esa razón que no trabajo en la actualidad y tengo el tiempo necesario para dedicarte éstas líneas.

Quizás deba disculparme por no haberte detallado con anticipación lo que fué uno de los momentos más increíbles y alentadores que me ha regalado la vida: el nacimiento de mi hijo. Es un ser maravilloso, y muy parecido a mí. Se ha convertido en la luz del faro que guía mi embarcación. Luz que surge de un amor intenso que venimos alimentando hace 8 años con mi mujer. Con éstas letras solo pretendo hacerte saber que estoy muy agradecido.

Aunque quizás deba detallarte algunas de las penurias que nos han atravesado, sólo para ponerte en contexto. Pero eso me aburre, y con toda seguridad te aburrirá a ti, créeme lo que te digo. Por eso me conformo con decirte que estoy bien. La experiencia me ha forjado un carácter más paciente, aunque mi temperamento siempre estará ahí, a punto de ebullición.

Ahora dejo que el tiempo simplemente sea, con la firme esperanza de que el tifón pasará, y al levantar la cabeza sólo me interesa encontrar la sonrisa de mi hijo, Pietro, quien tiene 1 año al momento de ésta publicación.