Cuando cae la noche y nos encontramos sólos con nuestros pensamientos es cuando todo el peso de la abrumadora realidad recae sobre nuestros hombros, posándose en algún lugar entre la vergüenza generada por nuestras acciones y el arrepentimiento de las decisiones tomadas.
Sólo queda el alivio de reconocernos humanos como único consuelo.